DESTINADA A LA BELLEZA

TODO EMPEZÓ CON UN APODO

Josephine Esther Mentzer, nacida en Nueva York, era hija de Max Mentzer, empresario checoslovaco, y Rose Schotz, de nacionalidad húngara. Le llamaban Esty, pero cuando la pequeña entró en la escuela, el diminutivo pasó a convertirse en Estée. Se quedaría para siempre con este nombre, aunque hay un dato que nunca ha sido filtrado de manera oficial: la fecha de nacimiento de Estée.

«¿Me preguntan por mi edad? Pues respondo que eso no tiene la más mínima importancia».

SUS PRIMEROS RECUERDOS SOBRE LA BELLEZA

El primer icono de belleza de Estée fue su madre. Por ello, sus primeros recuerdos sobre la belleza son imágenes de ella y del ritual que seguía a la hora de prepararse.

DETRÁS DE LAS CÁMARAS

Estée hizo sus primeros pinitos en el teatro sobre los escenarios del Cherry Lane Theater de Nueva York. «Las actrices son la encarnación de la belleza», pensaba ella. Sin embargo, retomó su gran pasión encontrando más satisfacción entre tarros y cremas que sobre los escenarios. «Quería ver mi nombre sobre un cartel, pero estaba dispuesta a sacrificar este sueño por verlo escrito en un bote de crema».

TRAS LOS PASOS DE SU TÍO

A pesar del interés de Estée por el diseño de los escaparates de la tienda de su padre, deseaba seguir los pasos de su tío John Schotz, químico de profesión. Junto a él, aumenta su sensibilidad por la belleza convirtiéndola en toda una pionera en el mundo de la belleza.

EL PODER DE CREAR
LA BELLEZA

Su tío, además de enseñarle a limpiarse la piel con aceites en lugar de usar jabones, demasiado agresivos para la misma, le desveló los secretos de la fabricación de su crema todo en uno.

«Era una crema exquisitamente aterciopelada, una de esas que deja, como por arte de magia, una a fragancia deliciosa en la piel, aportando una sensación sedosa a la cara y eliminando imperfecciones temporales durante la noche», recuerda ella.

Una revelación.

LOS IMPRESCINDIBLES DE ESTÉE LAUDER